
El camino de la Mancomunidad: pioneros entre las rocas (1914-1924)
A principios del siglo XX, el Congost de Mont-rebei era prácticamente inaccesible. Las paredes verticales que separan la comarca de La Noguera y El Pallars Jussà representaban una barrera natural infranqueable para las comunicaciones. En aquel momento, los habitantes de la zona tenían que recorrer largas rutas de montaña para ir de un pueblo a otro, y en muchos casos, eso significaba horas —o incluso días— de camino.
Con el objetivo de mejorar la comunicación y fomentar el desarrollo económico de los territorios de montaña, la Mancomunidad de Cataluña, presidida por Enric Prat de la Riba y después por Josep Puig i Cadafalch, impulsó varios proyectos de infraestructura en todo el país. Uno de ellos fue la construcción de un camino de paso por el Congost de Mont-rebei.
Una obra de ingeniería heroica
Las obras comenzaron en 1914 y duraron hasta 1924. No se disponía de la maquinaria moderna que hoy consideraríamos esencial. El camino se abrió a mano, con picos, sombreros y dinamita, siguiendo las cornisas naturales de la roca caliza. Los obreros, a menudo colgados sobre el abismo con cuerdas rudimentarias, consiguieron trazar un paso de unos 4 km de longitud y entre 1 y 1,5 metros de anchura, directamente excavado en la pared del desfiladero.
La construcción no sólo fue una proeza técnica, sino también un hito humano y social, ya que supuso una mejora radical para la vida cotidiana de muchos habitantes de la zona, facilitando el tránsito de personas, animales y mercancías.
Un camino para la gente del territorio
Este camino no estaba pensado para el turismo, sino para la vida diaria: ir a mercado, visitar familiares, llevar ganado, acceder a servicios básicos. Durante décadas, fue la única vía segura para comunicar las dos vertientes de El Montsec. Y a pesar de su simplicidad, resistió el paso del tiempo, las riadas y el desuso, hasta que el embalse de Canelles, en los años 60, sumergió parcialmente algunos tramos.
Valor patrimonial i turístico
Hoy, parte de este trazado histórico ha sido restaurado y forma parte del recorrido principal del Congost de Mont-rebei, transitable por excursionistas. El hecho de caminar es mucho más que una experiencia natural: es también un viaje a la Cataluña de hace cien años, cuando las obras públicas se impulsaban desde la ambición de conectar el país y dignificar la vida rural.
El camino original de la Mancomunidad se ha convertido en un símbolo del autogobierno catalán, ya que fue una de las primeras grandes actuaciones de esta institución creada para agrupar las diputaciones y trabajar por la modernización del país.
Con la construcción del embalse de Canelles a mediados del siglo XX, el paisaje del Congost de Mont-rebei cambió para siempre. El nuevo embalse provocó la inundación parcial del camino original de la Mancomunidad, dejando tramos intransitables o sumergidos bajo las aguas del río Noguera Ribagorçana. Ante esta situación, había que encontrar una nueva vía que permitiera mantener la comunicación y el acceso por la zona.

El camino de ENHER: fruto de la lucha colectiva (años 80)
El camino de ENHER no sólo es una respuesta técnica a la creación del pantano de Canelles. Es, sobre todo, el resultado de una reivindicación persistente por parte del territorio. Cuando se proyectó y construyó el embalse, en los años 60 y 70, muchos vecinos vieron con preocupación cómo desaparecían antiguos caminos de paso, como el de la Mancomunidad, que eran vitales para la movilidad local. El agua cortaba rutas ancestrales y trinchaba la conexión entre pueblos.
Esta situación generó un profundo malestar y, en respuesta, varios colectivos, entidades excursionistas, grupos culturales, ayuntamientos y vecinos comenzaron a movilizarse para reclamar una solución.
Una reclamación transversal
Durant anys, s’hi van implicar:
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- Entidades excursionistas como el Centro Excursionista de Lleida o la Agrupación Oliveras de Catalunya, que denunciaban la pérdida de caminos históricos.
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- Plataformas vecinales y campesinas, que alertaban del aislamiento de masías, núcleos pequeños y zonas de montaña.
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- Ayuntamientos y consejos comarcales, que exigían a Almeja y al Estado medidas compensatorias por el impacto del embalse.
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- Asociaciones culturales y ecologistas, que empezaron a hablar de la importancia de preservar el Congost de Mont-rebei como patrimonio natural y cultural.
Una victoria negociada
Gracias a la presión sostenida de estos actores, ENHER acabó asumiendo la construcción de un nuevo camino elevado, que evitase la afectación por las aguas del pantano y restableciera la comunicación entre las dos orillas. La iniciativa fue parcialmente presentada como parte de un proyecto de mantenimiento y gestión del pantano, pero en realidad respondía claramente a una demanda ciudadana de justicia territorial.
La construcción de este nuevo camino supuso una pequeña gran victoria: demostraba que la movilización popular podía condicionar la actuación de una gran empresa estatal, y al mismo tiempo preservaba la continuidad de un espacio natural de alto valor paisajístico y social.
De una reivindicación a un activo turístico
Con el tiempo, este camino ha pasado de ser una necesidad práctica a convertirse en una ruta de senderismo de primer nivel, integrada en las rutas del Congost de Mont-rebei GR1, Camí de la Pertusa y conectada con las espectaculares pasarelas de Montfalcó, construidas años después. Hoy forma parte del Camino Natural de Montfalcó al Congost de Mont-rebei, dentro de la red estatal de senderos naturales.
Pero todo esto no habría sido posible sin aquellas voces que se alzaron desde los pueblos, las entidades y las montañas. El camino de ENHER no es sólo un paso; es una huella de resistencia, y caminarlo es homenajear la lucha de un territorio que defendió su derecho a existir y conectarse.