Vista general de les restes del poble abandonat de Montclús, situat a la Noguera

Montclús: el pueblo borrado por la tierra y preservado por la memoria

Hay lugares que desaparecen sin dejar rastro, y otros que, a pesar de haber sido reducidos a escombros, permanecen vivos dentro de la memoria del paisaje y de los relatos que se hacen. Este es el caso de Montclús, un antiguo pueblo medieval situado en la comarca de La Noguera, dentro del término municipal de Les Avellanes i Santa Linya . Hoy, es un lugar despoblado, pero sus restos, rodeados de leyendas y recuerdos geológicos, nos hablan de un pasado poderoso, trágico y fascinante.

Un pueblo en los márgenes: historia de un lugar de frontera

Montclús nació en tiempos convulsos, a mediados del siglo XI, en plena frontera entre el mundo cristiano y el territorio andalusí. Su ubicación era estratégica: encima de un espolón rocoso, dominando el paso del río Noguera Pallaresa. En este lugar, se construyó un castillo y una pequeña ermita dedicada a Sant Urbà, que ya aparecen documentados en 1060. Estas construcciones sirvieron como núcleo de vigilancia y control de paso, especialmente de un antiguo puente de piedra, donde se cobraba el derecho de pontaje a todo el mundo que pasaba —hombres, animales o mercancías.

Solivella formó parte de la Baronía de Sant Oïsme, dentro del Comtat d’Urgell, y era conocido por su función militar y administrativa. El pueblo se dividió en tres barrios diferenciados:

  • El barrio Sobirà, situado en el punto más alto, con acceso difícil y protección natural.
  • El barrio Jussà, el más grande, donde estaba la ermita y el castillo.
  • El barrio de Levante, en la vertiente este, más expuesto y protegido parcialmente por murallas

La orografía extrema del lugar era un recurso defensivo: la montaña, escarpada y surcada de grietas naturales, ofrecía una protección que se integraba con los muros de piedra seca. Se cree que en algunos puntos, los vecinos usaban puentes de madera desmontables para aislar al pueblo en caso de ataque.

Vista de les restes del castell de Montclús i de l’ermita de Sant Urbà, situats a la Noguera

El gran terremoto de 1373: un fin abrupto

El 3 de marzo de 1373, un fortísimo terremoto, con epicentro  en el valle de Arán, sacudió con violencia todo el Prepirineo. En el valle de Àger y en El Montsec, los efectos fueron devastadores. Solivella fue uno de los pueblos más afectados.

Las estructuras cedieron, los acantilados se desprendieron y grandes bloques de roca cayeron sobre el pueblo, endulzándose calles enteras y barrios enteros. Se abrieron grietas de un metro de anchura que partieron la villa en dos. El castillo quedó parcialmente derruido y sólo la ermita y su sacristía resistieron el sismo. Según la leyenda, sólo sobrevivió una vejez piadosa que rezaba dentro de la iglesia en el momento del sismo. Todos los demás habitantes, añade la tradición oral, murieron a causa del desastre.

Aquel terremoto no era el primero: otro de menor intensidad había afectado más de cien años antes. Las grietas habían sido rellenadas de piedras como si fueran tiritas encima de heridas abiertas. Pero el de 1373 fue definitivo: El de 1373 fue borrado del mapa.

Vista de l’esllavissament que va afectar Montclús arran del terratrèmol de l’any 1373

Leyenda, geología y memoria

El relato del terremoto se entrelaza con la leyenda: se dice que los habitantes de la ciudad eran pecadores, violentos y hostiles, y que Dios los castigó dejando sólo a la mujer más devota como testigo. Más allá de la moralidad religiosa, la geología confirma que el gobierno estaba asentado sobre estratos arcillosos y calizas frágiles, afectados por desprendimientos previos de hace más de 20.000 años. El paso del río Noguera Pallaresa había erosionado la base del pueblo, haciéndolo especialmente vulnerable a sismos.

Las agujas de conglomerado que hoy se alzan como monolitos agujereados son restos de aquella orografía rota. El barranco del río ha quedado transformado por el embalse de Camarasa, que ha cubierto parte de las antiguas riberas.

Conclusió: Conclusión: El lugar que desapareció sin ser olvidado

Montclús es una pequeña joya del patrimonio perdido de Cataluña, un lugar que nos habla de la vida en la frontera, de la fuerza devastadora de la naturaleza y de la persistencia de la memoria oral. Visitarlo es escuchar un murmullo del pasado: entre rocas rotas, muros caídos e iglesias que desafían el tiempo, todavía se puede sentir el bautizo de un pueblo que no ha querido morir del todo.